El hallazgo pone en entredicho todo lo pensando en materia de evolución.
Hasta ahora, si un arqueólogo se topaba con piedras talladas como cuchillos, la conclusión inequívoca es que fueron hechas por humanos, o nuestros antecesores, como herramientas. Pero después de un estudio publicado por la prestigiosa revista científica Nature, puede que ya no sea así.
Investigadores encontraron una colonia de monos capuchinos en el parque nacional Serra da Capivara, en Brasil, que se reúne para tallar piedras. Con sus pequeñas manos, agarran piedras grandes, y golpean repetidamente rocas de alto contenido de cuarzo. El resultado son lascas, o fragmentos de roca cuarcita, muy afilados. Podrían usarlas como cuchillos, pero los monos capuchinos sólo rompen las rocas para poder chupar el centro de las piedras. ¿Para qué lo hacen? No está claro. Puede que absorban minerales como silicio o coman líquenes contenidos en ellas. Pero lo que está claro, es que los humanos no son los únicos animales, ni los primeros, en poder tallar piedras.
“Puede que tengamos que revisar muchos trabajos, incluido el mío”, afirma Ignacio de la Torre, arqueólogo de la University College de Londres, y uno de los autores del estudio. “Hemos asumido una serie de premisas a la hora de valorar la intencionalidad del trabajo con piedras y ahora vemos que no necesariamente es así”, añade.
Las herramientas de piedra más antiguas fueron halladas en el sitio de excavación Lomekwi, en Kenia, y tienen más de 3.3 millones de años. Con la revelación que los monitos capuchinos, mucho más abajo en la escala evolutiva que los humanos, también pueden tallar piedras similares, ¿quedan todos los hallazgos arqueológicos en entredicho? No necesariamente.
“Esto no significa que los hallazgos más antiguos no hayan sido hechos por homínidos. Pero sí eleva algunas preguntas interesantes”, dice el investigador jefe de la publicación, doctor Tomos Proffitt, de la Universidad de Oxford. “Nos habla de la manera en que esta tecnología surgió antes de los primeros registros encontrados. Nos hace cuestionarnos la unicidad del comportamiento de los primeros homínidos”, asegura.
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