Errores de higiene cometemos todos, a diario, cada momento. Desde no lavar las sábanas y la ropa de cama lo suficientemente a menudo o cometer errores en la regularidad de nuestras duchas –tanto por exceso como por defecto–, hasta cosas tan habituales como restregarnos por la cara el infecto teléfono móvil que has dejado sobre todo tipo de superficies dudosamente desinfectadas, o toquetear monedas y billetes llenos de suciedad. Pero en lo que a nuestra insalubridad vital se refiere, nunca hay suficientes avisos.
Una vez más, en este mundo preapocalíptico en el que los peligros se esconden donde menos lo esperamos, un equipo de investigadores acaba de señalar el nuevo enemigo número uno que nos acecha en los baños públicos: los secadores de manos. Los investigadores de la Universidad de Westminster aseguraron –y quizás exageraron– que su estudio contenía información privilegiada sobre los miles de gérmenes que estos secadores propulsan al aire: cada vez que se activa uno de estos secadores, se esparcen por el aire 1.300 veces más virus que cuando utilizamos toallas de papel.
El reciente estudio que ha sido publicado en la revista ‘Journal of Applied Microbiology’ ha demostrado que colocar un secador de manos en las proximidades de los lavabos “es como poner una bomba de propulsión viral en el cuarto de baño”. Y no solo porque no estén cayendo encima de las manos cuando accionamos la máquina y empieza a salir el aire caliente. Los científicos creen que el problema puede afectar a las personas que ni tan siquiera se acercan a estos aparatos. “Los virus pueden aguantar largos periodos de tiempo y son capaces de llegar a distancias mucho más lejanas al ser propulsados por el aire”, mucho más lejos de lo que imaginas.
Sin embargo son muchas las personas que siguen creyendo que es más higiénico secarse las manos con estos aparatos. Al fin y al cabo, si los colocan en los servicios será para que se usen. Pero no tienen ni idea de a lo que se están exponiendo
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