Nueva jornada de protestas de Fight for 15 para duplicar el salario mínimo nacional. Ha conseguido que varios estados y empresas tomen medidas. “Ya somos millones”, dice la trabajadora Flavia Cabral desde donde empezó todo.
NUEVA YORK.- “Uno empieza con miedo de que le van a botar del trabajo. Pero yo palante. Me pusieron a hablar al frente de mi McDonald’s. Dije que ganar 7.25 dólares la hora no es suficiente para sobrevivir”. Ahora ya gana 10.50 dólares por hora trabajada. Fríe papas, pollo, prepara sándwiches y limpia hasta la medianoche. “Ya somos millones de personas que reivindican en todo el país”.
Se llama Flavia Cabral, es dominicana, tiene 50 años, un marido enfermo, dos hijas y dos trabajos. ¿Forma parte de un sindicato? “No, no”, se acelera a decir. “Solo soy una trabajadora que pide un salario digno”. Dice que no es activista, que es “voluntaria” del movimiento Fight for 15.
Todo empezó hace tres años y medio, un día frío de noviembre en Nueva York. Fue una protesta deunos 200 trabajadores de comida rápida. De los que cocinaban y tomaban órdenes en algunos McDonald’s, Burger King, Wendy’s y Taco Bell de Manhattan.
Esa protesta que empezó en 2012 con gritos a favor de un salario justo vuelve a las calles este jueves, convertida ahora en el movimiento laboral más numeroso de las últimas décadas en Estados Unidos.
Un movimiento sin precedentes
En una jornada nacional de huelgas y protestas, el movimiento Fight for 15 pide este jueves de nuevo eso: un salario mínimo federal de 15 dólares la hora, más del doble que el actual 7.25. De cada diez trabajadores estadounidenses, cuatro ganan por debajo de 15 dólares la hora, según National Employment Law Project, un grupo progresista.
Los activistas ven ahora más viable que nunca su meta. Fight for 15 ya ha logrado incidir en varias decisiones gubernamentales, legislativas y empresariales, que afectan a centenares de miles de trabajadores. Los estados de California y, parcialmente, Nueva York han puesto fecha para los aumentos salariales hasta los 15 dólares.
Pero, ¿por qué? ¿cómo ha logrado esa reivindicación de 200 trabajadores convertirse en un asunto nacional y presente en la carrera actual hacia la Casa Blanca?
“La lucha laboral se ha reinventado como un movimiento de derechos civiles, ya no solo se trata de sindicalizar a los trabajadores. Ya no se trata de maximizar los beneficios solo para los miembros del sindicato, sino para todos los trabajadores”, dice Gary Chaison, profesor de relaciones industriales en Clark University, a Univision Noticias.
Fight for 15 ha movilizado a trabajadores de muchos sectores. Más allá de la comida rápida, congrega a cajeros, cuidadores domésticos y de niños, asistentes universitarios, empleados de aeropuertos, limpiadores de autos y trabajadores de salones de uñas, entre otros.
El grito de las minorías
Como en otros momentos clave de la historia laboral estadounidense, las minorías han jugado un papel importante. Se calcula que más de la mitad de los afroamericanos y el 60% de los latinos cobra menos de 15 dólares por hora.
“Mientras la población hispana gana peso en el sector servicios, se involucra más en las protestas”, comenta el historiador de movimientos sociales Michael Kazin, de Georgetown University. Kazin cree los que más pasos han hecho, sobre todo, han sido los latinos de segunda generación, bilingües y sin problemas de estatus migratorio.
Cuando Flavia Cabral empezó a protestar, era común que, en su apartamento del Bronx, se quedara sin teléfono por impago, pidiera prórrogas al servicio de luz, e incluso llegó a la corte porque dejó de abonar la renta un par de meses. Compraban lo básico para comer: leche, arroz y pan eran la prioridad. Dice que ya entonces tenía fe en que escucharían las protestas.
El movimiento se fue haciendo mayor: “Había descontento y nadie estaba haciendo nada”, dice el historiador Michael Kazin. “Y tenían un eslogan fuerte:Fight for 15”. Era el momento. Las cicatrices de la Gran Recesión de 2008 y la creciente denuncia de desigualdad económica hicieron el resto.
Más aliados
Liberales, demócratas, el movimiento Occupy, think tanks y algunos sindicatos fueron alzando la bandera por la causa. Y aquí entró un actor clave en juego: el sindicato Service Employees International Union (SEIU), uno de los mayores del país, que se unió a la causa.
La ha financiado con decenas de millones, según varios reportes. Y ha encontrado en la meta una razón para darle vigencia a los sindicatos, que llevaban décadas viendo caer el porcentaje de afiliados: de un tercio de los trabajadores hace cincuenta años, a uno de cada 10 actualmente.
La opinión pública también se alineó a favor: según Pew, un 73% de los estadounidenses defienden un aumento del salario mínimo federal a 10.10 dólares por hora, la propuesta que defendió sin éxito el presidente Barack Obama.
Los dos mayores empleadores privados del país, Walmart y McDonald’s, anunciaron aumentos de los salarios mínimos, aunque con matices. La cadena de supermercados, a su vez, le recortó horas a algunos empleados para compensar el mayor gasto salarial y la cadena de hamburgueserías solo lo aplicó a las tiendas en propiedad. La mayoría de McDonald’s son franquicias.
“Cada vez que hacíamos una protesta, algún senador o algún congresista después decía algo. Y ahora nos están escuchando los gobernadores”, enfatiza Cabral delante del McDonald’s donde trabaja. De hecho, un día fue a protestar a Albany, la capital política de Nueva York, y acabó reunida con el gobernador Andrew Cuomo.
Las ciudades de Seattle, San Francisco, Los Ángeles, Nueva York, Chicago y Kansas City han aprobado normas para gradualmente subir el salario mínimo hasta los 13 o 15 dólares. Y en las últimas semanas, los estados de Nueva York y California, de gran peso demográfico, han aprobado leyes en este sentido.
Salto a la incertidumbre
Sin embargo, hay quien teme las consecuencias: grupos empresariales y entidades conservadoras advierten que duplicar el salario mínimo federal sería inasumible para miles de empresas que deberían recortar plantilla. Otros dicen que sustituirían esos trabajadores de baja cualificación por máquinas. Ed Rensi, ex CEO de McDonald’s, dijo esta semana que los 15 dólares la horamatarían empleos.
Los partidarios creen que daría una vida más digna, que aumentaría el poder de compra de la clase baja y que reduciría el gasto público. Un estudio de Berkeley cuantificó en 152,800 millones de dólares la inversión gubernamental en ayudas a trabajadores de bajos ingresos que necesitan complementar su sueldo con programas sociales.
“En mi caso solo usamos Medicaid”, dice Flavia sobre el programa de asistencia médica para personas con bajos recursos. Comenta que se siente culpable porque su hija mayor dejó el high school para ayudar en casa con un salario. “No quiero que pase con la segunda, quiero que vaya a la universidad”.
Esta dominicana, que paga una renta de 970 dólares con unos ingresos de unos 1,800 dólares, cree que queda mucho por hacer. “Muchos de mis compañeros de trabajo viven en un shelter(albergue), tengo cinco compañeros que dejaron la escuela para ayudar a sus parientes”.
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