“Era muy excepcional porque rondaría las dos toneladas. Un ejemplar capturado en Japón que medía 2,7 metros llegó a pesar 2,3 toneladas. Es una especie pelágica difícil de estudiar, pero en las almadrabas sí se ven muchos”, explica Enrique Ostalé, coordinador de la Estación Biológica Marina del Estrecho de la Universidad de Sevilla y con sede en Ceuta.
La captura fue el pasado 4 de octubre, a escasos 500 metros de la costa ceutí, un paraíso para avistar especies como tortugas bobas y verdes, ballenas o delfines, debido a la corriente que procede del Estrecho. El buzo Sergio Guzmán se sumergió para peinar la captura de ese día y alertó del hallazgo a seis biólogos, que acudieron prestos a la llamada para analizar el animal. “Hace dos años vimos uno de más de 500 kilos, pero este era increíble”, resume el submarinista.
Las redes de esta almadraba ceutí suelen capturar muchos ejemplares de pez luna, que se liberan de inmediato junto a otras especies, y el año pasado llegaron a levantar 572 ejemplares en una sola jornada. Ninguno con ese porte majestuoso, enigmático y desubicado, como recién salido de una pecera descomunal, que presentaba el animal de la semana pasada, de la especie Mola Alexandrini.
El pez luna, cuya denominación científica es Mola mola, es una especie en estado vulnerable —cuya población decrece, según la Unión Internacional Para la Conservación de la Naturaleza (UICN)— que surca las aguas templadas de los océanos de todo el mundo. “No se comercializa porque puede tener toxinas y se alimenta de organismos plactónicos, larvas de peces y medusas.
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