El aspirante demócrata a la Casa Blanca, Joe Biden acusó, este martes, al presidente Donald Trump de transformar Estados Unidos en un "campo de batalla".
La muerte de George Floyd, un hombre negro de 46 años, hace más de una semana, en Minneapolis, bajo custodia de la policía fue "un electrochoque para nuestro país. Para todos nosotros", dijo en un discurso en Filadelfia.
Biden condenó reiteradamente los incidentes desatados tras la muerte de Floyd pero acusó a Trump de "transformar el país en un campo de batalla dividido por los viejos resentimientos y los nuevos miedos", reseñó AFP.
"Creo que la división lo ayuda" para ganar las presidenciales del 3 de noviembre, dijo Biden, quien supera a su rival en las encuestas.
"Cuando el presidente ordena desalojar a manifestantes pacíficos del porche de la casa del pueblo, la Casa Blanca, con gases lacrimógenos y granadas aturdidoras (...) tenemos derecho a pensar que el Presidente está más preocupado por el poder que por los principios", dijo.
Trump "está más interesado en alimentar las pasiones de sus bases que las necesidades de aquellos a quienes se supone que debe cuidar", agregó Biden, de 77 años y quien fuera vicepresidente de Barack Obama (2009-2017).
"Pero les prometo esto. No manipularé el miedo y la división. No atizaré las brasas del odio. Buscaré sanar las heridas raciales que desde hace mucho tiempo gangrenan a este país en lugar de utilizarlas para sacar ventaja política", dijo.
Biden denunció varias veces el asesinato de Floyd y el "racismo institucional" que según él afecta a Estados Unidos. Pero también llamó a la calma y condenó la violencia.
Durante una breve alocución, Trump anunció el lunes el despliegue de "miles y miles de soldados fuertemente armados" y policías en Washington para detener "los disturbios, los saqueos, el vandalismo, los ataques y la destrucción gratuita de la propiedad".
Y amenazó a las diversas ciudades que registran protestas que si no toman medidas para frenarlas, desplegará al ejército para "arreglar rápidamente el problema".
Mientras hablaba desde los jardines de la Casa Blanca, la policía dispersaba a los manifestantes reunidos afuera de la residencia presidencial con gases lacrimógenos.
El objetivo era despejar la zona para abrir paso hacia la emblemática iglesia de Saint John, cerca de la Casa Blanca, que fue dañada el domingo por la noche. El presidente fue a pie, rodeado de miembros de su gabinete, para tomarse una foto con una Biblia en la mano.
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