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24 abr 2017

¿Por qué recordamos olores de nuestra infancia?

El olfato es un sentido poderoso que puede hacer que se estés más alerta, reducir la ansiedad e influir sobre la confianza en uno mismo. Los olores enriquecen nuestra percepción del mundo. Pero, a pesar de la ubicuidad de los olores, conocemos menos la memoria olfativa que la visual y la auditiva.
El ejemplo clásico de memoria olfativa es lo que se conoce como recuerdo proustiano (o recuerdo involuntario). Mediante este fenómeno, la mera exposición a un estímulo desencadena en un recuerdo intenso del pasado. Para el novelista Marcel Proust, era una magdalena mojada en té la que evocaba un recuerdo detallado de la casa de su tía.
Los olores evocan vívidos recuerdos autobiográficos. Puede tratarse del olor de la comida de hospital, de una determinada bebida alcohólica o del champú de un antiguo amante. Esta estrecha relación entre el olor y las emociones se debe a que la zona del cerebro que interviene en el procesamiento de los olores está situada en el interior del sistema límbico (una zona del cerebro vinculada a las emociones).
Expertos aseguran que si uno repite “el, el, el” mientras huele algo que recuerda, por ejemplo,  al césped recién cortado, no será capaz de almacenar las palabras “césped recién cortado” en la memoria verbal. Se parece un poco a intentar leer un libro mientras se escuchan las noticias.
En un estudio se ha comprobado que una memoria olfativa defectuosa predispone a la aparición de demencia. La detección precoz es importante porque, cuanto antes se intervenga, mejor será el resultado. 
Fuente: GV / El País 

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