Tenía 14 años, nació en Mali, había cosido en un bolsillo sus excelentes calificaciones escolares para que a su llegada a Europa se supiera que era un buen estudiante, pero cuando lo encontraron ahogado solo las pudo leer Cristina Cattaneo, la médica legal que busca un nombre a los muertos en el Mediterráneo.
"Imaginemos, solo por un momento, que un avión lleno de italianos se estrella ante las costas de otro país y que los cuerpos son recuperados, enterrados, pero que nadie se ocupa de identificarlos. No lo aceptaríamos. Y entonces ¿por qué aceptarlo cuando los que mueren son esos extranjeros?", esta es la reflexión de Cattaneo incluida en su libro "Náufragos sin un rostro" de la Editorial: Raffaelo Cortina.
"Náufragos sin un rostro", publicado hace algunas semanas en Italia, recoge el trabajo y las experiencias vividas por esta médica legal en su misión de dar un nombre e informaciones a las familias de los miles de muertos en el Mediterráneo.
El libro cuenta algunas historias que en los últimos días han vuelto a conmover a una parte de la opinión pública italiana gracias a la viñeta del dibujante Makkox en la que se ve a un niño que enseña sus notas escolares en el fondo del mar.
Se trataba de una de las víctimas del naufragio de un pesquero frente a las costas de Libia del 18 de abril de 2015, considerado el mayor de los últimos tiempos con cerca de 1.000 muertos.
Fue identificado durante los más de tres meses que Cattaneo y su equipo pasaron en Sicilia reconociendo los cadáveres de este barco, recuperado y llevado a la base de la Marina en Melilli (Siracusa).
Nos dimos cuenta enseguida de que era mucho más joven que el resto de las víctimas, explica Cattaneo. Tras los primeros exámenes de los molares concluyeron que tenía unos 14 años.
Al retirarle una especie de cazadora impermeable, encontraron cosidos en su interior algunos folios doblados y, con cuidado para no romperlos, pudieron leer la frase en francés: "Bulletin scolaire" (boletín escolar) y debajo las palabras "mathematiques, sciences physiques..."
"Este adolescente de Mali había guardado con cuidado un documento valioso para su futuro que mostraba sus esfuerzos, sus capacidades para estudiar y que, pensaría, le habría abierto las puertas de cualquier colegio en Italia o Europa, y que ahora eran solo unas pocas páginas descoloridas mojadas", cuenta.
Cattaneo explica que lo que más le ha tocado en este trabajo han sido los saquitos que llevan cosidos a las camisetas las personas cuyos cuerpos han sido recuperados y que contienen "un puñado de la tierra de sus países de origen".
Destaca la importancia de lo que se encuentra en los bolsillos de estos chicos, sus libros, sus fotos de familia, de novias, de esposas, pero también objetos que llevaría cualquier adolescente de viaje, cepillos de dientes, auriculares para oír música y el móvil.
La labor de reconocimiento de estas personas que lleva a cabo Cattaneo, profesora universitaria y directora del Laboratorio de Antropología y Odontología forense en Milán, comenzó en 2013 tras el naufragio el 3 de octubre frente a las costas de Lampedusa de una barcaza en la que murieron 368 migrantes.
Desde entonces, gracias a donaciones privadas, se ocupa de intentar restituir una identidad a estas personas.
"Es importante no solo para dar dignidad a un cuerpo sino también para quien se queda atrás. No hay nada peor que lo que se llama la pérdida ambigua, es decir, no saber si tu hijo está vivo o muerto, si tu padre está en el fondo del mar o si sigue vivo. Es un derecho sacrosanto, pero nadie se mueve por ello", apunta en el vídeo de presentación de su libro.
En una entrevista al diario "Il Manifesto", Cattaneo explicó que los muertos de Lampedusa en 2013fueron 366, que casi todos fueron identificados, y que 70 familiares pudieron conocer el trágico final de sus seres queridos.
Mientras que del llamado "Barcone", en cuyo naufragio murieron cerca de 1.000 personas, se recuperaron 528 cuerpos, y se examinan cerca de 25.000 huesos. Ninguno de ellos ha podido ser restituido a sus familiares.
Fuente: Globovisión/ EFE/ RMV
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