El alimentador de la Metrovía estaba lleno, como casi todos los días. Isabel (nombre protegido) lo tomó en el Mall del Sur para ir a la facultad de Administración de la Universidad de Guayaquil, donde revisa su tesis.
Primero fueron empujones leves, normales. “Por tanta gente”, pensó. Sin embargo, a la altura del estadio Capwell sintió que le apretaron el trasero, fuerte.
Se giró y vio al hombre, atónita. “Con una mano me agarraba y con la otra se masturbaba, con el miembro afuera. Se lo cubría con un bolso”, resumió afuera de la Fiscalía esta joven de 22 años.
“Sentí vergüenza. Me sentí ultrajada. Sentí impotencia, enojo… Entiendo que las personas puedan tener algún tipo de deseo sexual, pero existen night clubs y otro tipo de lugares para eso”, replicaba con molestia.
Pidió ayuda. Dos pasajeros agarraron al presunto abusador y lo bajaron en la parada del Hospital del Niño. Allí lo detuvo la policía.
“Quería hablar conmigo, creo que para disculparse. No acepté. Así tenga algún problema mental, esto no se va a quedar así. Avanzaré hasta las últimas consecuencias. Este tipo de actos no se frenan porque las víctimas no denuncian; pero yo vine no solo por mí, sino para evitar que otras mujeres caigan en manos de esta persona”.
El tipo acusado se mantuvo callado, cabizbajo y hasta lloró un momento mientras la denuncia seguía su cauce en la Unidad de Flagrancia. No pasaba de 35 años.
Afuera de la Fiscalía, la tía de la joven abrió su cartera y sacó de esta un imperdible al verla salir, luego de concluir el trámite. “Toma, por si te sale otro morboso”, le dijo.
Se trata de un acto recurrente
El fiscal Víctor León recuerda que son recurrentes los actos de naturaleza sexual en público. “Es un problema social que incluso ha llegado a baños de centros comerciales. Debe preocupar a la ciudadanía. El delito al que se enfrenta el demandado es abuso sexual, penado con 1 a 3 años de cárcel”, explica el funcionario, quien llama a las entidades estatales a prevenir este problema.
Tomado de Diario Extra
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