“El estrés también tiene un impacto negativo para la salud de nuestra piel, agravando patologías ya existentes como eczema o psoriasis e incluso dando lugar a nuevos problemas cutáneos”, asegura Pedro Catalá, fundador de Twelve Beauty, cosmetólogo y doctor en farmacia.
En estados de estrés, nuestro organismo como mecanismo de defensa produce cortisol. Niveles elevados de esta hormona causan estragos en nuestro sistema inmunitario afectando a nuestra piel a diferentes niveles.
Máxima Sequedad. El exceso de cortisol provocado por el estrés afecta a la funcionalidad de la barrera de la piel, aumentando la perdida de agua transepidérmica y disminuyendo notablemente la capacidad de ésta de retener agua.
Rojeces e irritación. El estrés provoca rojeces y la piel esté más irritada. La explicación está en que nuestro organismo libera más histamina, y esta es la hormona responsable de la irritación. Los episodios graves o sostenidos de estrés se pueden provocar patologías cutáneas como la rosácea o el eczema. Si ya se padecen, éstos empeoran.
Acné adulto. Se debe a que hay un desequilibrio entre las cepas de bacterias buenas y malas. Esta es una de las causas del acné adulto y suele aparecer en la zona de alrededor de la boca y la barbilla.
Tono apagado. Si tu piel ha dejado de mostrarse luminosa, puede ser a consecuencia del estrés. Nuevamente, el cortisol tiene la culpa. En este caso hace que la piel se renueve más lentamente dando paso a un tono más cetrino, opaco y apagado.
Más arrugas. El estrés y las preocupaciones también pasan factura en forma de arrugas. De forma indirecta, expresiones como fruncir el ceño, la rigidez de los músculos faciales y el efecto de la gravedad hacen que la piel pierda firmeza y que las líneas de expresión existentes.
Fuente: Globovisión/Panorama/HCF
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