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29 mar 2021

Cuidar la salud emocional para mejorar el corazón

Desde hace décadas se conocía que el malestar psicológico que produce el estrés mantenido, incluso algunos rasgos concretos de personalidad, podían desencadenar problemas cardíacos de distinta intensidad, entre ellos el infarto de miocardio.

En los últimos años varios estudios han apuntado a una simbiosis generalizada entre salud cardiovascular y psicológica, pero en la actualidad las investigaciones se van centrando cada vez más en el perjuicio específico para el corazón que causan los diferentes trastornos emocionales, o en los beneficios del bienestar psicológico, reseñó CuídatePlus.

“La enfermedad cardiovascular no debería abordarse como una entidad aislada, sino como parte de un sistema integral en el que se interconectan la mente, el corazón y el cuerpo”, según reza la declaración científica que acaba de hacer la Asociación Americana del Corazón (AHA en sus siglas en inglés), reconociendo que tanto el estatus psicológico positivo de una persona como el negativo afectan directamente a la salud cardiovascular y a su pronóstico.

Esta sociedad científica, referencia mundial para los especialistas en ECV, aprovecha para recomendar a los cardiólogos clínicos que “además de tratar las ECV se esfuercen en atender a los pacientes como personas, como un todo más allá de las condiciones físicas”, y les anima a evaluar su salud psicológica.

En muchos casos son los pacientes quienes quieren hacer partícipe al especialista de su malestar emocional.

Mente, corazón y cuerpo, interconectados e interdependientes
La AHA ha comisionado a un grupo de expertos que rastrearon los mejores artículos científicos y han recogido las conclusiones de 229 estudios en los que se distingue entre salud psicológica positiva y salud psicológica negativa.

Esta abarca trastornos como depresión, estrés crónico, ansiedad, ira, pesimismo e insatisfacción con la vida ordinaria, mientras que la salud psicológica positiva también es polifacética y se puede caracterizar por optimismo, tener metas, gratitud, resiliencia, afecto positivo y felicidad.
Los estudios muestran que se trata de un fenómeno bidireccional, es decir que los mecanismos biológicos del sistema cardiovascular están influidos directa o indirectamente por los procesos mentales y psicológicos, pero también ocurre a la inversa.

Los expertos subrayan que la mente, el corazón y el cuerpo están interconectados y son interdependientes y, por tanto, los factores de riesgo, las afecciones y las enfermedades físicas y mentales que afectan a uno de esos tres componentes pueden afectar a los dos restantes.

Ya se había demostrado con anterioridad que algunas enfermedades como diabetes, hipertensión e hiperlipidemia pueden afectar al corazón y al sistema cardiovascular. 

El desarrollo de ECV como infarto de miocardio, insuficiencia cardiaca, ictus o la necesidad de revascularización coronaria también puede desembocar en un deterioro de la salud psicológica.
El síndrome de takotsubo (también llamado síndrome del corazón roto o miocardiopatía por estrés) es el ejemplo más patente de cómo un estado psicológico puede afectar adversamente al corazón, pero hay nuevos datos que sugieren que el estado mental de una persona puede afectar positiva o negativamente tanto a la salud cardiovascular como a los factores de riesgo cardiovascular, el riesgo de accidentes cardiovasculares y el pronóstico cardiovascular a largo plazo.

“La medicina cardiovascular se ha centrado en el tratamiento de trastornos cardíacos específicos con fármacos o con terapias basadas en dispositivos diversos. Pero cada vez más hay evidencia de que el bienestar psicológico puede contribuir a mejorar la salud cardiovascular y reducir los riesgos de ECV. Ese impacto se está estudiando de forma rigurosa”, argumentan desde la AHA cuando recomiendan medidas de protección psicológica para los pacientes.

Aspectos psicológicos negativos para la salud cardiovascular
Diversos estudios estiman dimensiones de la personalidad, como el neuroticismo (inestabilidad e inseguridad emocional) o la personalidad de tipo D (contención máxima de emociones negativas e inhibición social), aunque sugieren que las experiencias emocionales específicas tienen unas características distintivas neurobiológicas y conductuales.



Fuente: CuídatePlus 

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