El Gobierno de Brasil ha informado este martes que sustituirá a los jefes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea, según una nota oficial. La decisión se produce al día siguiente de que el presidente, Jair Bolsonaro, abriera una crisis de Gobierno que incluyó la destitución abrupta y sorpresiva del ministro de Defensa, el general Fernando Azevedo. El anuncio ha sido realizado después de que los afectados se reunieran este martes a primera hora con el ministro de Defensa entrante, Walter Braga Neto, un general que ya estaba en el Gabinete al frente de otra cartera. Es la primera vez desde la recuperación de la democracia que cambian simultáneamente en Brasil las cúpulas civil y militar de las Fuerzas Armadas. La salida de la cúpula castrense agrava una crisis política que coincide con el peor momento de la pandemia, cuando el país bate récords de muertes y contagios de coronavirus.
El ultraderechista Bolsonaro, un militar retirado, presiona hace meses a los jefes militares para que la institución le apoye abiertamente en sus batallas políticas. El ministro saliente y la cúpula de las Fuerzas Armadas quieren preservar la independencia. Después de que Azevedo fuera destituido el lunes, mantuvo una reunión con los jefes del Ejército, Edson Pujol, de la Armada, Ilques Barbosa, y de la Fuerza Aérea, Antônio Carlos Bermudez, donde sopesaron dimitir en bloque por sus diferencias con Bolsonaro.
Es la mayor crisis con los militares brasileños, según Folha de S. Paulo, desde que el presidente Ernesto Geisel echó al ministro del Ejército en plena dictadura.
Desde que Brasil reinstauró la democracia tras la dictadura (1964-1985) ningún presidente había incluido tantos militares en su Gobierno como Bolsonaro, pero su relación personal con las Fuerzas Armadas ha tenido episodios muy tumultuosos. El actual presidente salió del Ejército por la puerta falsa tras ser absuelto de insubordinación en un juicio militar. Era capitán cuando fue acusado de animar a la tropa a protestar para reclamar mejores salarios e incluso de amenazar con perpetrar un atentado. Buena parte de su carrera se ha sustentado en la defensa de los intereses corporativos de los militares de graduación inferior y los policías militares. Los generales siempre lo han visto con mayores recelos.
La esperada dimisión de un ministro en Brasil el lunes, unida a la inesperada destitución de un segundo ministro, puso en marcha un baile de carteras que puso en marcha en la mayor crisis que vive el Gobierno de Jair Bolsonaro desde que llegó al poder hace dos años. El ultraderechista cambió a los titulares de seis ministerios, incluidos Exteriores y Defensa, en un momento en que su país se consolida como el más golpeado del mundo por la pandemia. Es un intento de contener el descontento y el consiguiente desgaste político mientras las autoridades locales, unas con más empeño que otras, decretan medidas para frenar contagios y aliviar los hospitales.
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Los movimientos más relevantes son los de Exteriores, Defensa y la Secretaría de Gobierno, que se encarga de las negociaciones entre el Gabinete y el poderoso Congreso. Los estragos de la covid, con la red sanitaria desbordada, la suspensión de la paga del coronavirus para los más necesitados, la rehabilitación política del expresidente Lula da Silva y el ostracismo del antiguo juez Sergio Moro han intensificado en el último par de meses las críticas contra el presidente y las exigencias de que cambie el rumbo. Ya ha hecho 24 relevos ministeriales. Sanidad y Educación van por su cuarto titular.
La socióloga Esther Solano, de la Universidad Federal de São Paulo, sostiene que con estos cambios el presidente busca “contentar a fuerzas que están descontentas. Se ha puesto en modo supervivencia hasta 2022”, decía en conversación telefónica antes de que se anunciara la salida en bloque de la cúpula castrense. Las próximas elecciones, convocadas para dentro de año y medio, se perfilan como un duelo Bolsonaro-Lula ante el fracaso de los intentos de alumbrar una candidatura de centroderecha que mitigue la polarización.
Bolsonaro, de 65 años, un militar retirado con casi tres décadas de parlamentario, ganó las elecciones con apoyo de varios sectores: el poder económico, la cúpula militar, los evangélicos… El odio visceral al Partido de los Trabajadores (PT) de Lula estaba en su apogeo cuando se unieron en torno a este ultraconservador de extrema derecha, nacionalista y nostálgico de la dictadura. Cada sector colocó sus fichas en el Gabinete, de manera que las tensiones son una constante.
Fuente: El País
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