Estados Unidos ha registrado en cuatro de los últimos siete días un número récord de nuevos contagios, con cerca de 50.000 el martes, cuando en mayo la cifra rondaba los 20.000 diarios. Se trata del mayor número de contagios en un solo día desde que empezó la pandemia. No solo suben los números absolutos, lo que se explica en parte por la mayor cantidad de pruebas. Está subiendo de forma preocupante el porcentaje de positivos y poniendo en cuestión la estrategia hasta ahora. En esta situación, incluso Estados que parecían haber pasado lo peor están deshaciendo sus planes de desescalada. Nueva York se ha sumado este miércoles a los más de 16 Estados que han frenado o revertido la apertura de las restricciones impuestas para evitar la propagación del coronavirus.
El alcalde neoyorquino, Bill de Blasio, decidió posponer la apertura de los salones de los restaurantes, un importante signo de normalidad que estaba previsto para la próxima semana, como parte del paso a la llamada fase tres. La razón es el aumento de contagios, que se concentran en el sur y en el medio este EE UU. “Las noticias que hemos recibido de todo el país empeoran cada vez más”, alertó de Blasio en una conferencia de prensa, en relación con los 36 de los 50 Estados que presentan alzas de infectados, según reseñó el diario El País.
La decisión de Nueva York, que tiene controlada momentáneamente la curva después de haber sido el epicentro de la pandemia, se tomó en conjunto con el gobernador Andrew Cuomo, quien dijo este miércoles que los nuevos contagios eran como “nubes de tormenta en el horizonte”. Ahora, los locales de comida en la ciudad podrán atender clientes en su interior cuando los casos están controlados a nivel nacional, aclaró Cuomo, y siempre y cuando los residentes cumplan con el uso de las mascarillas y respeten el distanciamiento social. “El cumplimiento ciudadano está disminuyendo”, advirtió el gobernador, quien instó al gobierno local a “intensificar y hacer su trabajo” para que se respeten las medidas sanitarias.
La medida solo afecta a la ciudad de Nueva York, que entrará en la fase 3 el próximo lunes. El resto del Estado ya se encuentra en ese escalón, por lo que los restaurantes sí pueden atender gente dentro. A nivel estatal, el número de hospitalizaciones por la covid-19 se ha mantenido por debajo de 900 durante cuatro días consecutivos.
Cuomo anunció este martes que los visitantes que lleguen a Nueva York provenientes de 16 Estados deberán ponerse en cuarentena durante 14 días. Tres de ellos son los más grandes del país: California, Florida y Texas, que encabezan el listado de los territorios donde se han disparado con mayor fuerza los nuevos casos. Todos ellos también han detenido sus planes de reapertura, especialmente en lo que respecta a playas y bares, donde muchos jóvenes han acudido a medida que se relajaban las restricciones. Nueva Jersey anunció este miércoles que también retrasará las comidas en el interior de los restaurantes, que estaba prevista para entrar en vigor este jueves.
De Blasio aseguró que más de 6.600 restaurantes habían pedido permisos para atender clientes al aire libre, lo que ha sido “un gran éxito”, agregó. Andrew Rigie, director ejecutivo de la Alianza de Hostelería de la ciudad de Nueva York, dijo en un comunicado que respeta la decisión de posponer el servicio en el interior, pero advirtió de que “mientras más tiempo se vean obligados a cerrar los restaurantes y bares del vecindario, más difícil será para ellos reabrir alguna vez con éxito”. Rigie instó a las autoridades a perdonar el pago del alquiler, extender las comidas al aire libre y “promulgar otras políticas receptivas para salvar a las pequeñas empresas y empleos”.
La decisión de Nueva York llegó en el mismo día en que California, el Estado más poblado del país, tomaba la decisión no de frenar, sino directamente revertir algunas de las medidas de apertura. California, que hasta el mes de junio había sido una historia de éxito envidiable en esta pandemia con un ritmo de contagios muy bajo en relación con sus 40 millones de habitantes, está comprobando en tiempo real las consecuencias de rebajar el confinamiento, las protestas antirracistas y un cierto relajamiento en el comportamiento individual de sus habitantes.
El gobernador, Gavin Newsom, ordenó el cierre de los restaurantes que ya habían abierto parcialmente sus comedores en 19 condados, entre ellos Los Ángeles y Sacramento. La medida también afecta a otros lugares de ocio que habían empezado a abrir con restricciones, como cines, boleras, salones de juego o bodegas. Los bares ya habían tenido que volver a cerrar hace tres días en algunos de esos condados. La orden durará al menos tres semanas, el tiempo para saber su efecto en el ritmo de contagios. Además, el gobernador pidió el cierre de las playas para el fin de semana de la fiesta nacional, el 4 de julio.
Con 233.000 casos positivos confirmados y 6.000 muertos desde que empezó la pandemia en marzo, California tiene buenas cifras comparado con su población. Pero en las últimas dos semanas, el número de pacientes hospitalizados ha pasado de 3.300 a 5.100, un aumento repentino del 52%. Por primera vez en meses, las autoridades hacen cálculos de si hay capacidad para seguir a este ritmo. El ratio de positivos en los test ha subido un 6% en esas dos semanas.
Trump, “a favor” de las mascarillas
Si hay a estas alturas un punto de consenso entre los expertos es que llevar mascarilla en público ayuda a reducir notablemente el ritmo de contagio del virus. En Estados Unidos, sin embargo, el asunto se ha convertido en un elemento más de batalla política por la negativa recalcitrante del presidente Donald Trump a ponérsela en público. Trump ha dejado muy claro que no quiere ser visto con mascarilla. Este miércoles le preguntaron en una entrevista con Fox si se la pondría: “Lo haría. Lo he hecho. Es decir, la gente me ha visto llevándola. Si estoy en un grupo en el que no estamos a dos metros de distancia. Pero normalmente no estoy en esa situación y todo el mundo se ha hecho la prueba”.
Trump dijo que estaba “a favor de las mascarillas” y que “son buenas”. Pero volvió a repetir que no cree que deba ser obligatorio llevarlas en todo el país. La negativa de Trump a llevar la mascarilla ha sido adoptada por sus seguidores como algo simbólico y está siendo animada por algunos cargos republicanos estatales.
Fuente: El País
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