El británico George Blake, un famoso agente doble, espía por cuenta de la KGB antes de pasar al Este, era uno de los últimos testigos vivos del despiadado enfrentamiento entre soviéticos y Occidente durante la Guerra Fría.
Blake, quien falleció este sábado 27 de diciembre en Rusia a los 98 años, suministró centenares de nombres de agentes de inteligencia a la KGB, brazo armado del espionaje soviético. Era el último sobreviviente de una generación de agentes dobles británicos que dejaron una gran huella en su época, reseñó AFP.
Sin embargo, su carrera no tiene nada que ver con la de sus colegas de buena familia, los “Cambridge Five”, red de exalumnos de la famosa universidad británica captados en la década de 1930 por la NKVD soviética, antecesora de la KGB.
Nacido en 1922 con el nombre de George Behar en los Países Bajos, de madre holandesa y padre egipcio-británico, el futuro espía llevó en un comienzo una vida disipada que lo llevó a instalarse en El Cairo.
Cuando se desencadenó la Segunda Guerra Mundial, primero se integró a la resistencia holandesa para después hacerlo en el MI6, servicios de inteligencia exterior británicos.
Conversión al comunismo
Años después fue hecho prisionero por los norcoreanos durante la guerra en la península asiática.
A partir de esto George Blake narra que ofreció sus servicios a los soviéticos por decisión propia, tras haber sido testigo de bombardeos estadounidenses sobre poblaciones civiles durante este conflicto fratricida.
De regreso a Londres, el ya doble agente concreta su primer gran golpe: revela a la KGB la existencia de un túnel secreto en Berlín Este, que era utilizado para espiar a los soviéticos.
Poco a poco se convierte en un manantial de información para sus superiores soviéticos. Por entonces Blake, se casa y tiene tres hijos. Su mujer desconoce su doble vida.
Luego, la familia se muda a Berlín, donde afirma haber delatado a todos los entre “500 y 600” agentes británicos destacados en Alemania.
Se desconoce cuál fue la suerte de esos agentes, pero Blake asegura que no fueron asesinados por la KGB. “Les decía: les daré esta información bajo la condición de que me prometan que no serán ejecutados”.
Nueva vida en la URSS
Imprudencia tras imprudencia, va cayendo en una red. Un agente doble polaco finalmente lo denuncia. Así, Blake admite ser espía a sueldo de los soviéticos: tras un juicio a puerta cerrada, es condenado a 42 años de prisión.
Pero, cinco años después, en 1966, se escapa de la cárcel gracias a una escala de cuerda y a sus compañeros de celda: un ladrón irlandés y dos activistas antinucleares.
Fuente: AFP
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