Gracias a una campaña de recaudación de fondos, cientos de familias lograron reabrir el colegio en esta aldea sin asfaltar y con una hilera de casas de piedra con tejados de hojas de palmera. Hay zonas con basura amontonada entre la que caminan las ocas. “Cuando me enteré era la más feliz del mundo, le supliqué a mi padre que me inscribiera”, asegura Malak, tocada con un velo color salmón a juego con su abrigo. Ahora que estudia “ lectura, escritura, matemáticas y ciencias”, Malak “ sueña con ser profesora ” para un día dar clases a los niños de la aldea. A falta de colegio, algunos intentaron seguir su escolaridad en centros de los alrededores pero como “les insultaban y a veces pegaban, muchos pararon”, explica Manar al Zubeidi, una militante de derechos humanos en la provincia de Diwaniya. Esta iraquí chiita, confesión mayoritaria en el país, fue una de las promotoras de la campaña para la reapertura de la escuela de Al Zuhur. En internet, junto con otros cooperantes hartos de que muchas asociaciones de derechos humanos no les hicieran caso en cuanto abordaban el tema de los gitanos, lanzó el hashtag “los gitanos son humanos”. A fuerza de perseverancia, la campaña llamó la atención del ministerio de Educación, de Unicef y de la instancia gubernamental encargada de los derechos humanos.
por Diario EL COMERCIO
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