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30 may 2020

La cólera por la muerte de George Floyd se apodera de Minneapolis

“Propietario negro”. Letreros con este lema han brotado en negocios del centro de Minneapolis. Parecen de otro tiempo, recuerdan al oscuro pasado de la segregación racial, pero sus dueños hacen la advertencia para evitar ser objeto de vandalismo. 

Faltaban este viernes dos horas para el toque de queda en la ciudad, decretado para las ocho de la noche, y comercios y restaurantes empezaban a tapiar escaparates, puertas y ventanas, según reseña El País de España. 

Los ríos de jóvenes que se dirigían hacia distintas concentraciones al grito de “no puedo respirar” auguraban otra noche de cólera por la muerte del afroamericano George Floyd, aun desafiando la orden de volver a casa.
Chimeneas de humo salían de algunos edificios ya desde media tarde y no dejaban claro si se trataban de nuevos incendios o los rescoldos de la jornada anterior. 

Al anochecer se despejaron las dudas, pese a la Guardia Nacional desplegada y los sonidos de los helicópteros sobrevolando sin tregua, se prendieron nuevos fuegos y la policía lanzó gas lacrimógeno y balas de goma. 

En la calle Lake, donde se han vivido algunos de los episodios más violentos, a la una de la madrugada (hora local) aún quedaban llamas en varios edificios, muchos de ellos derruidos, como la comisaría quemada la noche anterior. 

Las protestas contra el racismo se multiplicaron por el resto del país, de la Casa Blanca a Atlanta, pasando por Nueva York, Dallas o Los Ángeles, en algunos casos, con graves altercados.

Una figura inquietante destacaba en medio del tumulto, justo entre la avenida Chicago y la calle 38 de Minneapolis, donde sucedió el arresto policial y posterior muerte del afroamericano. 
Un hombre disfrazado de Joker paseaba solo con un cartel que reclamaba “Justicia para George”. Con el pelo verde y largo, la ropa chillona y una mueca afligida pintada en el rostro, Joseph Pudwill representaba la última versión cinematográfica de este macabro payaso, la de la película protagonizada por Joaquin Phoenix. 

En ella, un Joker maltratado por la vida se convierte en un sangriento asesino. “Se ha convertido en un modelo de la injusticia social, el reconocimiento de las tragedias que ocurren, me he enamorado de este personaje y creo que hoy sirve para empujar el mensaje”, explicaba Pudwill, un empleado de supermercado de 36 años.

El filme Joker despertó críticas entre quienes, más que denuncia social, percibieron una justificación de la violencia. Es la naturaleza y la legitimidad de esta lo que en buena medida se discute estos días aciagos en Estados Unidos, el uso de la fuerza por las autoridades, la protesta de los afroamericanos, las consecuencias de todos esos altercados, los heridos y daños en bienes públicos. 

“No hay ningún orgullo en quemar tu propia ciudad”, protestó este sábado el alcalde, Jacob Frey, que ha sido muy duro contra actuación policial, pero exige a los manifestantes agresivos que frenen la escalada.

Por donde pasea Joker, sin embargo, la protesta discurre de forma pacífica, como si se hubiera reservado para el homenaje al fallecido. Jóvenes, en su mayoría, de distintas razas, se reúnen frente a Cup Foods, la tienda de barrio donde comenzó este trágico episodio y que se ha convertido en un muro de lamentaciones, con flores, dibujos y escritos dedicados a Floyd. 

Allí, el pasado lunes, el hombre pagó con un billete de apariencia falsa, lo que provocó la llamada a la policía de uno de los empleados y el posterior arresto fatal captado por las cámaras de vídeo de varios testigos.
Floyd, de 46 años, aparece en sus últimos minutos de vida, esposado y tumbado boca abajo, mientras la rodilla del agente Derek Chauvin, de raza blanca, apretaba su cuello contra el suelo, indiferente a las súplicas del afroamericano: “Por favor, por favor, por favor, no puedo respirar, hombre”. 

En otro vídeo, se ve como otros dos policías también lo inmovilizan con sus rodillas presionando en el resto del cuerpo. Los documentos publicados este viernes por la tarde por la fiscalía revelan que Chauvin le inmovilizó de este modo durante casi nueve minutos, incluidos dos minutos y 53 segundos en los que se mostraba inerte.

“Claro que siento un doble rasero”, explica frente al lugar de los hechos Molubah Seley, un chico de 21 años cuya familia emigró de Namibia cuando era un niño. 
“Yo no necesito llevar un arma, por el color de mi piel, ya se me presupone armado, siento ese peligro cada día, y si sucesos así no se graban en vídeo, todo queda impune”, lamenta. Minneapolis, con cerca de 500.000 habitantes, solo tiene un 20% de población afroamericana, pero las estadísticas apuntan a que esta comunidad es más propensa a las detenciones y registros.

Chauvin, despedido junto a los otros tres agentes que intervinieron en el arresto, ha sido acusado este viernes de homicidio en tercer grado. Como si fuera el capricho de un guionista, el policía y el fallecido se conocían y habían trabajado juntos el año anterior como guardias de seguridad en el Nuevo Rodeo, un club latino. Chauvin sacaba algo de dinero extra para complementar su sueldo y Floyd lo compatibilizaba con otros trabajos. 

Ambos se dedicaban a mantener en orden al público. El pasado lunes, a plena luz del día, sus caminos se cruzaron de nuevo, pero solo uno de ellos encarnaba la ley y el orden. Ningún Joker apareció.

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