ELIGE TU IDIOMA

3 mar 2020

Habla la primera esclava sexual del IS que logra justicia: "Había esperado que le condenaran a muerte durante cinco años"

Su testimonio, el primero escuchado en un tribunal iraquí, ha servido para condenar a muerte al hombre que le robó la adolescencia
Ashwaq, de 21 años, fue secuestrada por el Estado Islámico. F. C.
Ashwaq está pletórica. Durante el último lustro ha sufrido y batallado hasta lograr un hito judicial que abre una rendija a la esperanza para miles de mujeres yazidíes que, como ella, fueron violadas y convertidas en esclavas sexuales de los militantes del autodenominado Estado Islámico. Su testimonio, el primero escuchado en un tribunal iraquí, ha servido para condenar a muerte al hombre que le robó la adolescencia.
"Quise ir al tribunal para ver al criminal confinado en una jaula y me gustaría verle también cuando sea colgado. He pedido asistir al ahorcamiento", relata Ashwaq, de 21 años, en conversación exclusiva con EL MUNDO. Una corte de Bagdad dictó este lunes la pena capital contra Abu Hamam, el yihadista de 36 años de nacionalidad iraquí que la violó durante dos meses hasta que pudo escapar de sus garras y reunirse con su familia.
En su condena -la primera por los delitos de violación de una mujer de la minoría yazidí, seguidora de una fe vinculada al zoroastrismo que mezcla elementos de antiguas religiones mesopotámicas con los credos cristiano y musulmán- resultó clave el relato de Ashwaq, que -a diferencia de otras víctimas- accedió a hablar ante los magistrados y en presencia de su verdugo acerca de los tormentos a los que fue sometida tras ser comprada por "100 o 200 dólares" en la ciudad iraquí de Mosul.
"Acudí al tribunal y vi al terrorista. Me sentí alegre. Había estado esperando ese día desde hacia cinco años. Y gracias a los servicios de inteligencia iraquíes pude, por fin, cumplir mi sueño", murmura la veinteañera, que el pasado diciembre rompió otro tabú al enfrentarse a Abu Hamam en un programa de televisión de la cadena estatal iraquí. La persecución judicial comenzó a principios de 2019 cuando su padre recibió una llamada de los servicios secretos informándole del arresto de un miembro del IS (Estado Islámico, por sus siglas en inglés).
"Queremos hablar con Ashwaq", comunicó una voz al otro lado del hilo telefónico. La joven, que se hallaba en Alemania participando en el programa de asistencia psicológica que han recibido cientos de supervivientes de la trata sexual del IS, regresó a Irak y se enfrentó a su pasado. Aterrizada en Bagdad, Ashwaq no titubeó cuando le mostraron la fotografía del arrestado, con quien se había cruzado en tierras germanas.
En la primera vista, cinco detenidos enfundados en monos color amarillo desfilaron por la sala. Tampoco entonces la víctima dudó sobre la identidad del hombre que la sojuzgó. "Podría tener la edad de tu hija ¿por qué me hiciste esto y arruinaste mi vida?", le disparó a bocajarro la joven. "Le conté toda mi historia al juez y a medio centenar de representantes de Estados Unidos y Europa que asistieron a las sesiones. Mi historia y la de mis amigas y hermanas", desliza.
A principios de agosto de 2014 la entonces adolescente -apenas tenía 14 años- fue secuestrada junto a sus seis hermanas en las inmediaciones del monte Sinyar, el hogar en el noroeste de Irak de la minoría yazidí que los yihadistas consideran "adoradores del diablo". Inició entonces un periplo que la llevó por los confines del califato, desde Mosul y Tel Afar hasta la vecina Siria. Dos semanas después, Abu Hamam -oriundo de Bagdad y que había escapado de la cárcel tras un asalto orquestado por el IS- empezó a adoctrinarlas en la fe musulmana, antes de su conversión forzada.
"Un día llegó y me dijo: 'Debes casarte conmigo'. Lloré y traté de disuadirlo. Le dije que cómo podía violarme siendo tan joven. Pero todo fue en vano. Me violó igual", evoca Ashwaq, que no ha olvidado el martirio. "Me violaba a diario, a veces dos o tres veces en la misma jornada". Horrorizada con la idea de quedarse embarazada, simuló estar enferma y, una vez en el hospital, le suplicó al médico que le proporcionara píldoras anticonceptivas. Fue en la clínica donde también halló el remedio para organizar la huida: se hizo con sedantes y, juntos a otras compañeras, los incluyó en una comida preparada para acólitos del califato.
Cuando saciaron el hambre y el sueño les venció, Ashwaq emprendió la escapada urdida a través de un teléfono móvil que había logrado esconder y con el que se comunicó con su familia durante el cautiverio. Acompañada por otras víctimas, recorrió a pie 40 kilómetros. "Cruzamos una ruta peligrosa. Sufrimos hambre y sed y temimos ser capturadas de nuevo pero estábamos ansiosas por recuperar la libertad", narra la protagonista de la proeza.
"Mi hija fue secuestrada el 3 de agosto de 2014 y consiguió la libertad el 22 de octubre. Durante ese tiempo la familia hizo un gran esfuerzo por ayudarla", relata a este diario su progenitor, que llegó a desembolsar 15.000 dólares para liberar a cinco de sus retoños. "Estoy orgullosa de haber podido llevar ante un tribunal a la persona que destruyó mi vida. No lo hice solo por mi sino también para restaurar los derechos de todas las niñas y mujeres yazidíes", asevera la joven.

MEGAJUICIOS

Hasta ahora, la persecución judicial contra los yihadistas y la extensa retahíla de crímenes cometidos a lo largo y ancho del califato había estado lastrada por megajuicios de los que las organizaciones de derechos humanos internacionales han denunciado la ausencia de garantías. En el caso del secuestro y la violación sistemática de las yazidíes, los tribunales iraquíes no habían dictado ninguna sentencia específica. Tampoco la justicia internacional, donde la causa general por el genocidio yazidí resulta aún lejana.
El estigma que arrastran las víctimas y el temor al repudio de sus propias comunidades habían abortado cualquier tentativa de rendición de cuentas. La valentía de Ashwaq abre ahora la puerta a otras féminas que comparten el mismo dolor. Durante la vista, Abu Hamam -el nombre de guerra de Mohamed Rashid- se limitó a decir que había recibido a la joven "como un regalo" de sus superiores.
De las 6.700 yazidíes secuestradas, el paradero de unas 3.000 resulta aún una incógnita. Las que regresaron y sobrevivieron a sus captores o a los intentos de suicidio atraviesan una incierta recuperación, en el extranjero o en los campamentos de desplazados levantados en la región autónoma del Kurdistán iraquí.
Allí, en su geografía de tiendas, habita Ashwaq desde su retorno de Alemania. 39 parientes, entre ellos una hermana y cinco hermanos, siguen desaparecidos. La esperanza de dar con ellos es cada vez más frágil. El IS perdió el año pasado sus últimos enclaves y, desde entonces, ha abrazado la insurgencia. "Hay otros criminales como Abu Hamam en las cárceles. Tenemos que llevarlos ante la justicia para que caiga sobre ellos el castigo que merecen", replica la primera superviviente que desfiló hasta una corte.
"Ahora quiero formarme. Estudio inglés dos días a la semana", comenta la veinteañera, que antes de su secuestro ayudaba en un salón de belleza de su pueblo y aspiraba a ser enfermera. "Ya no tengo sueños. Solo busco justicia para todas las chicas yazidíes violadas", afirma mientras confiesa que siente haber cerrado, al fin, la etapa más oscura de su biografía. "Gracias a Dios, yo he conseguido justicia para mí".

0 comments:

Publicar un comentario