En un pequeño laboratorio de la periferia de Adís Abeba, dos mujeres con bata blanca salvan vidas. Lo hacen con una tablilla portapapeles y una rata marrón de gran tamaño llamada Maliwaza.
El roedor está encima de una plancha de acero inoxidable con diez orificios redondos. Es lunes por la mañana y Maliwaza acaba de despertarse. Pestañea al resplandor de la luz, y a continuación se pone en marcha, reseñó RT.
El animal se desliza velozmente por la plancha olfateando cada agujero. En el segundo, rasca el metal con las patas. "Dos", anuncia la técnica de laboratorio. En el quinto vuelve a rascar. "Cinco", dice ahora la trabajadora. Dos muestras identificadas que tal vez equivalgan a otras tantas vidas salvadas. Maliwaza huele la tuberculosis.
Esta enfermedad es la infección mortal más frecuente del mundo. En 2018 causó la muerte de un millón y medio de personas, es decir, una cada 20 segundos. La cifra supera a la del sida y la malaria juntas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), cada año 10 millones de personas la contraen.
África es el continente en el que la tuberculosis acaba con más vidas en relación con la población total. Aunque la dolencia se puede tratar con antibióticos, si no se diagnostica correctamente, suele resultar mortal, como ocurre sobre todo en los países en desarrollo. Ahí entran en juego Maliwaza y sus congéneres.
La idea de utilizar a los animales para detectar la infección se le ocurrió a un belga que no sabía nada de medicina, pero mucho de roedores. Su ONG Apopo ya había utilizado ratas en la década de 1990 para localizar minas en África, el sudeste de Asia y Sudamérica.
Estos animales tienen un olfato tan fino que son capaces de oler los explosivos en el suelo, y como son tan ligeras, no hacen estallar los dispositivos.
Entrenamiento animal
En 2002 empezaron a entrenar a las ratas para que detectasen la tuberculosis. Actualmente, estos heroicos animales ayudan a reconocer la enfermedad en tres países: Tanzania, Mozambique y, desde hace un año, Etiopía.
Negussi Beyene es el señor de las ratas de Adís Abeba. Este químico de 47 años dirige el laboratorio de Apopo en Etiopía. "Jamás hubiese imaginado que llegarían a ser mis colaboradoras", reconoce. Además, son el logotipo de la organización. Beyene recibe visitas casi a diario.
Todo el mundo quiere verlas. Esta mañana ha recibido a un grupo de monjas. Además, tienen camisetas con una rata impresa, productos de promoción relacionados con estos animales y un programa de apadrinamiento.
Apopo se financia exclusivamente con donaciones, y las pruebas de tuberculosis que realiza para pacientes y hospitales son gratuitas.
En el laboratorio, Maliwaza olfatea las muestras de esputo que hay debajo de la plancha metálica. Es decir, la mucosidad de los pulmones que expulsan los enfermos de tuberculosis al toser.
En 20 minutos, el animal examina 100 muestras. Un técnico tardaría cuatro días en reconocer la misma cantidad utilizando un microscopio.
"Las ratas no son solo muchos más rápidas que los diagnosticadores convencionales", explica el especialista, "sino que, además, descubren casos que antes pasaban desapercibidos".
Los roedores son capaces de oler la tuberculosis incluso en muestras en las que la concentración de bacterias es tan baja que difícilmente se puede detectar al microscopio.
Esta capacidad salva vidas, sobre todo de niños y enfermos de sida. En el primer caso, porque es difícil que expulsen una cantidad suficiente de esputo. En el segundo, porque debido al debilitamiento de su sistema inmunitario, basta una pequeña concentración de agentes patógenos para que contraigan la infección.
Fuente: Globovisión |El País | CA
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